Dos historias y dos abuelas

Durante diez años fui a la casa de mi abuela después de la escuela. Caminaba dos cuadras desde la puerta del colegio hasta la «casa del pueblo» como le decía ella, porque antes había vivido en el campo. La casa del pueblo era de ladrillo visto, con puertas y persianas de madera brillante y en el primer piso tenía un balcón grande, que para mí, en ese momento, era todo.

Como las clases eran por la mañana, llegaba a la casa de la abuela al mediodía. Apenas abría la puerta del garaje se escapaba un vapor condimentado que me indicaba el camino para encontrarla. Cuando me veía me daba un abrazo con todo su cuerpo y me hacía probar lo que estaba cocinando. Este fin de semana vi dos películas que muestran el rol fundamental que cumplen las abuelas en la vida de sus nietos. Ambas son historias reales.

Las abuelas Mammaw e Ivy

Hillbilly, una elegía rural está en Netflix y es del director Ron Howard (Apolo 13 y Una mente maravillosa, entre muchas otras). A pesar de que la crítica estadounidense llegó a decir que era una de las peores del año, a mi me gustó mucho. Según los críticos, el error está en que el éxito del protagonista coincida con el «sueño americano», una idea que hoy está bastante cuestionada. Se trata de la historia de una familia de clase trabajadora que lucha contra una herencia cargada de adicciones y falta de oportunidades. Está contada a partir de las memorias de J.D. Vance, un abogado recién recibido en Yale que vuelve a su pueblo porque su madre está internada por sobredosis.

La otra es Rocketman, que también está en Netflix y cuenta la historia de vida del músico Elton John. Con once años y un talento fuera de lo ordinario, Elton – que por entonces se llamaba Reginald Dwight – recibe una beca en la Academia Real de Música en Londres. Su papá – siempre ausente – y su mamá – que lo culpaba de todos sus males – subestiman las posibilidades de Elton. Es su abuela Ivy quien se compromete a llevarlo a la audición que le cambia la vida para siempre

De dónde venimos y hacia dónde vamos

El rol de los abuelos y las abuelas fue cambiando con el tiempo. Hace algunas décadas eran más distantes, confundían el trato respetuoso con la ausencia de cariño. Después de algunos años, ese respeto se perdió y fueron, a veces olvidados, otras rechazados por sus costumbres anticuadas o sus capacidades físicas limitadas. Sin embargo, en todas las épocas hubo abuelos y abuelas que cuidaron de sus nietos y cumplieron con el rol de un modo que solo la experiencia de una vida entera puede dar.

Mi abuela, que se llamaba Nelly, no ocupó el lugar de mi mamá, pero su presencia no pasó inadvertida. No solo por su carácter estridente y la alegría que expresaba cada vez que yo entraba a su casa, sino por los aromas y sabores de su comida siempre disponible y su forma de ser madre de mi madre, que se proyectó hasta mí. Con mi otra abuela, comparto el nombre, pero no llegué a conocerla ni a saber cómo era. Aunque sospecho que heredé de ella más de lo que me puedo imaginar.

Estas dos historias de vida me llevaron a pensar en mis abuelas y en mis orígenes: eso tan básico de buscar de dónde venimos para ver a dónde vamos. Como dice la escritora alemana Nora Krug**, en su libro Heimat, lejos de mi hogar: no podes saber quién sos sin enfrentarte con el lugar de donde venís. Estas películas, más allá de los detalles de cada historia, van al grano en esto y es inevitable que al verlas, nosotros vayamos también.-

 *la ilustración es de @mercedes_debellard y es uno de los carteles que publicó el Ayuntamiento de Madrid en la fiesta de San Isidro 2018.

**me enteré de Nora Krug y su libro «Heimat, lejos de mi hogar» por el newsletter de @minicarbono.