La odisea de vivir sin dolor

Hola. Recordame tu nombre para agendarte. Cualquier día vendrá bien. Arreglamos. Te cuento lo que sea. No tengo problema
[Hebe Viglione, 79 años]


Esta mujer de estatura media, pelo blanco y ojos azul profundo, habla como alguien joven, muy joven. Sin embargo, con sus casi ochenta años cuenta sin reparos, sale al aire en programas de radio y televisión y recibe en su casa a periodistas que le preguntan sobre el aceite de cannabis. Sabe que la policía no va perseguir a una abuela – es abuela de tres –  y sabe también, que desde su última cosecha dispone de aceite suficiente para ocho meses más. Está sentada en su escritorio, en la parte posterior de su casa, el único espacio que calefacciona en invierno – ¿Querés un café? – me pregunta y camina hacia la derecha donde está la cocina; a la izquierda un ventanal me permite ver el jardín donde ella misma siembra una gran variedad de plantas. Mientras bate café instantáneo, cuenta su historia y le da voz a otras personas que a pesar de sentirse amedrentadas, consumen desde la clandestinidad, porque comprobaron en carne propia que el aceite de cannabis no cura, pero quita el dolor, y que una vida sin dolor es fundamental.

Hebe padece de artritis reumatoidea, un trastorno inflamatorio crónico que afecta el revestimiento de las articulaciones. Se trata de una enfermedad autoinmune: es el mismo sistema inmunitario del paciente el que ataca por error los tejidos del cuerpo, como si fueran células malignas. Con los años, esta enfermedad produce erosión ósea y deformidad. Hebe fue operada de ambos pies por fracturas espontáneas con dolores enloquecedores y de ambas rodillas que llevaron a largas rehabilitaciones. Llegó al punto de no poder estar sentada más de media hora y dormir como máximo una hora por noche. En una conversación por Skype, su nieta que vive en Alemania le recomendó que se acercara a la Asociación Rosarina de Estudios Culturales (AREC): “Cuando fui, todavía no habían visto a ningún artrítico, así que empezamos a ver qué se podía hacer, qué dosis podía consumir y no dejé más, encontré la solución”, recuerda Hebe. Fue el 8 de junio de 2016, 34 años después de saberse artrítica, cuando se enteró que una planta sería su remedio.

El cannabis es la droga ilegal más popular del planeta. El documental “En pocas palabras: Hierba” disponible en Netflix revela que la prueba más antigua del uso de cannabis como droga se encontró en una tumba de 2700 años de antigüedad ubicada en Asia Central. En una primera instancia y en lugares con climas más fríos surgió el cáñamo, una versión de la planta sin efectos psicoactivos que se cultivó en distintas partes del mundo. Se utilizaba para la confección de ropa, sogas, velas, comida, papel, material de construcción, combustible, entre otros usos. En cambio, en los climas más templados había una variedad más psicoactiva que fue viajando a otras partes del mundo y adaptándose a los nuevos ambientes. Primero se esparció por Medio Oriente donde el hachís, una pasta de resina de cannabis, se convirtió en un estupefaciente comestible. Luego viajó a la India donde pasó a ser una bebida sagrada. Emigró hasta África, donde se usó como medicina y para estimular el coraje antes de la batalla, hasta que, finalmente, los comerciantes de esclavos la llevaron a América.

El químico psicoactivo principal del cannabis se llama THC o tetrahidrocannabinol y es el responsable de la analgesia y de ciertos cambios en la percepción. El segundo químico principal es el cannabidiol o CBD, que es el que reduce la ansiedad. Pero el cannabis tiene además otros 100 compuestos que afectan al cuerpo llamados cannabinoides. Hace unos años atrás, investigadores concluyeron que los humanos y los animales en general (a excepción de los invertebrados) producen muchos de estos químicos de modo natural y tienen – tenemos – receptores dispersos por todo el cuerpo: están relacionados con la regulación alimenticia, la cognición, las habilidades motrices finas, el olvido y la reducción de estrés. Son un total de 400 compuestos activos los que le dan a cada planta un perfil químico único. “Hay cientos de cepas, se puede comparar con las vides. Como determinada cepa mezclada con otra da lugar al merlot o al malbec, lo mismo pasa con el cannabis. Y va a depender de la enfermedad que se trate la decisión de utilizar o no THC o CBD y en qué porcentaje. Con la gente de AREC conseguimos que la Facultad de Bioquímica y Farmacéutica de la Universidad Nacional de Rosario nos haga los análisis del aceite, para saber con exactitud qué es lo que consumimos”, explica Hebe Viglione. 

Los síntomas de la artritis son: dolor agudo intermitente al estar parado, sentado o acostado, en articulaciones del cuello, dedos, espalda, manos, muñecas, rodillas, cadera y tobillos. A esto se suma el mal humor por la incapacidad de hacer, la incapacidad de planificar y frustración, mucha frustración. Hebe me explica que, desde que fue diagnosticada, hizo todos los tratamientos del dolor que tenía a disposición, visitó médicos y kinesiólogos, probó distintos fármacos. “Tengo un dedo que nunca más va a volver a ser normal y no me importa el aspecto que tenga, ya no me duele”, expresa. Sobre la medicación agrega que, en enfermedades crónicas como la suya, después de un determinado tiempo, el organismo se agota y no reacciona más y ahí es cuando empiezan otro tipo de problemas: complicaciones esofágicas o renales con controles regulares de la sangre y el miedo siempre latente a terminar en diálisis. “Cuando empecé con el grupo casi no podía salir de mi casa, mi entrenador me ayudaba, tenía un dolor espantoso. Y fue una experiencia nueva, pero no era oficial, más bien ilegal, así que fue complejo”, recuerda. “Me advirtieron que demoraba mas o menos un mes. Empecé tomando una gota a la mañana, una al mediodía, una a la tarde y dos gotas a la noche. Lo primero que noté a las tres semanas es que dormía más tiempo, que no me despertaba tantas veces a la noche, hasta que mas o menos a los seis meses noté una cierta distención muscular y, por último, la disminución del dolor”.

Hebe es doctora en historia, fue docente e investigadora miembro del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario, del que se jubiló recién a los 75 años, porque estaba cansada de corregir tesis de alumnos «que escribían con el lenguaje de los mensajes telefónicos». “Siempre me dediqué a la historia de la población, a la demografía histórica”, me cuenta y entonces entiendo por qué la pared que está detrás de ella está llena de libros, muchos de ellos bastante antiguos. “Antes de que llegara Colón las culturas antiguas tenían sus propios remedios” – dice mientras mira en su mano derecha el dedo anular que quedó rigido y encorvado hacia arriba – “hoy, en cambio, tenemos una pastilla que se vende en la farmacia, pero si le prestás atención a su composición, vas a ver que tiene el derivado químico del romero o del sándalo. O, por ejemplo, la infusión de corteza de sauce que te da el mismo resultado de una aspirina, porque Bayer la sacó de ahí, de los indios que lo usaban para bajar la fiebre”. La medicina positivista negó, en gran parte, todo ese saber previo y el consumo de marihuana, que era libre en los años sesenta, ahora es un delito: “En la facultad se fumaba libremente. Así como yo le daba de mamar a mi hija y nadie me decía nada, hoy capaz ven a una mujer dándole de mamar a un chico y se asustan. Yo creo que en estas cosas retrocedimos mucho”, concluye.

El artículo 77 del Código Penal Argentino aporta una definición que no define nada: “El término estupefacientes comprende a los estupefacientes psicotrópicos y demás substancias susceptibles de producir dependencia física o psíquica, que se incluyan en las listas que se elaboren y actualicen periódicamente por decreto del Poder Ejecutivo Nacional”. En esa lista hay 328 sustancias, entre las que se encuentra el cannabis, su resina, extractos, tinturas, aceite y semillas. “En nuestro país, lo relacionado con estupefacientes está regulado por la Ley Nº 23.737, sancionada y promulgada en el año 1989”, explica el Dr. Daniel Machado, abogado penalista (Mat. L48 F223) y adscripto a la cátedra de Penal II de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina. “Esta ley criminaliza de forma inconstitucional el consumo personal de estupefacientes, vulnerando el derecho a la salud de las personas con problemas en adicciones, así como también el ámbito de autonomía personal que establece el art. 19 de nuestra Constitución”, agrega. Constitución Nacional Argentina, artículo 19: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”. Orden, moral pública, terceros, Dios, magistrados.

A lo largo de su historia, esta materia tuvo vaivenes jurisprudenciales, que es igual a decir que los jueces la interpretaron de modos diametralmente opuestos. Son tres fallos los que fueron marcando esos caminos contrapuestos: en Bazterrica (1986) la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) falló en contra de la penalización de la tenencia de marihuana para consumo personal; en Montalvo (1990) la CSJN falló a favor de la penalización del consumo personal y en Arriola (2009) la CSJN volvió a fallar en contra de la penalización del consumo personal. “Desde el fallo Arriola se dictaron tres leyes con una mirada no punitiva: el Programa Nacional de Educación y Prevención sobre las Adicciones y el Consumo Indebido de Drogas dependiente del Ministerio de Educación (2009), la Ley Nacional de Salud Mental (2010) y el Plan Integral para el Abordaje de los Consumos Problemáticos (2014). Sin embargo, a pesar de los avances en la materia y de una mirada no prohibicionista en auge, la ley Nº 23.737 continúa vigente y aunque la mayoría de las causas por tenencia simple de drogas son desestimadas por los jueces, los consumidores se enfrentan a la detención policial selectiva e ilegal, a extorsiones por dicha fuerza de seguridad o a demoras en comisarías, con el solo fin de alimentar las estadísticas de la “guerra contra las drogas” ya que estas situaciones se consideran violaciones a la ley de estupefacientes”, explica el Dr. Machado. 

En agosto de este año se cumplieron diez años del fallo Arriola y la ONG Reset presentó un spot para denunciar que luego de dos años de la sación de la ley Nº 23.750 (2017) que creó el Programa Nacional para el Estudio y la Investigación del Uso Medicinal de la planta de Cannabis, no hay elaboración local de compuestos y el programa está desfinanciado y limitado a una única enfermedad: la epilepsia refractaria. “Por su parte, la provincia de Santa Fe sancionó la ley Nº 13.602, que estableció la incorporación al sistema de salud pública de una serie de medicamentos a base de cannabis. Si bien la ley provincial es más amplia, porque incluye otras patologías, tampoco contempla el autocultivo”, explica el Dr. Daniel Machado. Respecto a la posibilidad de importación del cannabis, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología médica (ANMAT) también limitó la autorización para casos de epilepsia refractaria en niños y jóvenes adultos. 

La palabra epilepsia en su etimología significa interrupción brusca. Desde el punto de vista médico es un desequilibrio en la actividad eléctrica de las neuronas que deja una predisposición a padecer convulsiones recurrentes con consecuencias neurobiológicas, cognitivas y psicólogicas. Se trata de episodios breves de movimientos involuntarios que pueden afectar a una parte del cuerpo o a su totalidad y a veces se acompañan de pérdida de la conciencia. Se denomina refractaria cuando el tratamiento médico anticolvusivante no logra detener las crisis. “Durante el período de medicación tradicional, Felipe no controlaba sus crisis, fue recién a partir del consumo de aceite de cannabis que las crisis desaparecieron”, explica Natalia Mola, mamá de Felipe, que hoy tiene seis años y ya lleva un año y medio sin rastros de epilepsia. El tratamiento con fármacos tradicionales no solo no controlaba las convulsiones, sino que además tenía efectos secundarios que trastocaban su vida: carácter irritable, falta de sueño, falta de hambre, inestabilidad anímica. 

Natalia Mola cultiva cannabis y es la presidenta de la organización “Madres que se plantan”. Natalia Mola es una madre que planta. Este grupo de ocho madres de niños con diversas patologías o dolencias – parálisis cerebral, epilepsia refractaria, cuadriplejia, síndrome de asperger – se presentó el año pasado ante el Juzgado Federal Nro. 2 de la ciudad de Rosario, a cargo de la Dra. Sylvia Arramberri con el fin de obtener la autorización judicial para autocultivar y producir aceite de cannabis. “En el planteo judicial se interpuso un amparo contra el Estado Nacional, con la pretensión de que se ordene el suministro de aceites cremas y materias vaporizables de canabbis en cantidad de cepas suficientes, indispensables para la correcta atenuación de las patologías y dolencias que sufren sus hijos. Además, y como medida cautelar, solicitaron que se las habilite al cultivo de cannabis, en sus respectivos domicilios, en la esfera de su intimidad y al resguardo de terceros, con fines de consumo medicinal para sus hijos menores, todo ello en coordinación con el laboratorio de análisis de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéutica de la Universidad Nacional de Rosario y manteniendo la asistencia profesional de la Asociación de Usuarios y Profesionales para el abordaje de Cannabis (AUPAC)”, comenta con precisión el Dr. Machado. 

La jueza de primera instancia falló a favor del pedido y autorizó a las madres el cultivo y producción del aceite. «Estoy sumamente aliviada y contenta, porque hasta el momento estábamos desamparadas», expresó Natalia al medio rosarino Rosario3.com. A pocos días y antes de su confirmación, un fiscal de oficio presentó un recurso de apelación ante la Cámara Federal de Apelaciones, la que por votación dividida revocó el fallo de primera instancia, dejando a las madres frente a un desamparo legal y con la posiblidad de ser configuradas dentro del delito de narcotráfico. El fallo de segunda instancia es, si se puede, incomprensible: por un lado permite a las madres el autocultivo de la planta de cannabis, pero por el otro les prohibe la producción del aceite. “Lo central es que las madres pueden seguir haciendo el autocultivo pero no pueden fabricar el aceite porque es un medicamento, y tiene que elaborarse como tal, con las normas de ANMAT, y las que establece la policía sanitaria del Estado Nacional”, explicó a los medios locales Jesica Pellegrini, representante legal del grupo. «Nos dieron una alegría y ahora volvemos a donde estábamos antes. No hay ninguna ley que nos proteja. Nos pueden juzgar y castigar como si fuéramos narcotraficantes «, lamentó Natalia Mola ante el periódico Pagina12. Frente a esta situación las madres presentaron un Recurso Extraordinario Federal para que la Corte Suprema de Justicia de la Nación resuelva definitivamente la situación. “Lo cierto es que hoy en día la cautelar se encuentra vigente, el caso pasó a la Corte Suprema de Justicia y hasta que lo defina podemos plantar y seguir produciendo aceite”, explica Natalia.

La Organización Madres que se Plantan surgió a partir de la presentación del amparo colectivo. “Había mucha gente con curiosidad y necesidad de recibir información y asesoramiento. Y si bien somos nuevas y no tenemos bien definido cuál va a ser el futuro de la organización, sí tenemos en claro que el objetivo es contener y ayudar a las personas que se acercan porque es el mismo camino que hace un tiempo transitamos nosotras”, explica Natalia. La red de ayuda surgió a partir de la necesidad de mucha gente que tiene dudas, miedo, consiguió un aceite y no da resultado, quiere saber dónde comprar semillas o aprender a cultivar o a producir el aceite. Pero este trabajo en equipo va más allá: “También se acercan personas que no saben dónde ni cómo se tramita el certificado de discapacidad, qué cubre, hay una gran desinformación. No hay nadie que te contenga ante un padecimiento de salud, ni que te explique cuáles son los caminos a seguir y uno no nace sabiendo cómo se aborda un tema de discapacidad en la familia”, agrega Natalia. Algo similar sucede en el caso de AREC: “En un comienzo, nos reuníamos mensualmente y aprendíamos a hacer el aceite. Hoy el grupo se reúne pocas veces, porque ya tenemos bastante practica, pero hay gente capacitadora que enseña a producir, hay médicos alopáticos que asesoran, es como una red solidaria y si a alguien le falta algo colaboramos entre todos”, explica Hebe.

El reporte mundial de drogas (Global Drug Report[5]) de 2016, realizado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) determinó que el consumo global de cannabis es del 3.8 porciento de la población mundial: un total de 182.5 millones de personas, algo así como la población argentina multiplicada por cuatro. Los Países Bajos fueron los primeros del mundo en permitir el cannabis como fármaco de prescripción en las farmacias para el tratamiento de una gran variedad de enfermedades. Se vende un máximo de cinco gramos por persona y existen pequeños espacios de acceso público, llamados coffeeshops, donde está permitido fumar. Canadá es el segundo país del mundo, después de Uruguay donde es legal el consumo recreativo de marihuana. La ley uruguaya fue pionera en el mundo al legalizar y dejar en manos del Estado la producción, distribución y venta controlada de la marihuana. En Chile no está prohibido el consumo en pequeñas cantidades, pero sí el cultivo. En Estados Unidos, unos treinta estados  permiten el uso de la marihuana medicinal y en nueve de ellos se puede vender y consumir marihuana para uso recreativo de forma legal.

Desde la Organización de Naciones Unidas aseguran que la experiencia adquirida con el consumo de alcohol y tabaco parece indicar que la legalización del cannabis con fines medicinales provocaría que las personas consideren menos los riesgos de consumirlo y aumente la posibilidad de que caiga en manos de menores de edad. La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) dio a conocer a principios de este año un informe que describe una serie de consecuencias del consumo de marihuana: intoxicación, trastornos de conciencia, trastornos de percepción, ataques de pánico, alucinaciones, reducción de la capacidad para conducir. Hay efectos adversos a corto plazo y hay efectos psicosociales a largo plazo del consumo habitual de cannabis. El neurólogo infantil, Dr. Santiago Galicchio declaró en el marco del amparo presentado ante la Justicia Federal de Rosario que los estudios científicos disponibles están realizados en base al aceite “Charlotte”, un aceite de cannabis importado de Estados Unidos, y que todo lo que es casero no está acompañado de ningún estudio científico, lo que no significa que no sea beneficioso para algunos pacientes.

“El problema es la burocracia de los tiempos de la justicia y de las leyes, que poco tiene que ver con los tiempos de la salud de las personas. Además, hay muchas trabas de intereses económicos de laboratorios, de empresas farmacéuticas y calculo que el tema es ese, determinar a quién le autorizan este gran negocio que va a generar mucho dinero, como lo esta generando en Uruguay y en Chile”, expresa Natalia. “El resultado, en cualquier caso, es que los problemas de miles de millones se transforman en un texto que sólo entienden unos pocos, mientras la mayoría se queda sin saber de qué va la cuestión. En síntesis: el burócrata funciona como una barrera contra el conocimiento generalizado – la forma más fecunda de conocimiento”, dice Martín Caparrós en su libro El Hambre. La demora en la reglamentación hace que los que necesitan el aceite vayan a buscarlo a lo que llaman mercado negro: “No sabemos qué tienen los aceites truchos o del mercado negro, lo que sí es probable es que tenga otras cosas que son perjudiciales como, por ejemplo, algún derivado del petróleo. El proceso de las hojas al aceite requiere paciencia, tiempo, productos originales, determinado tipo de alcohol, filtros de determinado tipo de algodón y no se puede saber si lo hacen de ese modo”, agrega Hebe. “Lo que sucede es que realmente funciona. Hace cuatro años me operaron un pie y lo llenaron de clavos, la rehabilitación me costó tres meses. Cuando me operaron la rodilla, yo ya estaba tomando el aceite y la rehabilitación me llevó un solo mes, porque podía hacer los ejercicios que me pedían – explica – no te produce acostumbramiento, a veces viajo y me lo olvido y no lo tomo. La gran diferencia con la medicación tradicional para dormir es justamente que no te volvés adicto. Si no lo tomas, no te pasas la noche con los ojos abiertos. Y, además, en mi caso el consumo de aceite provocó la reducción paulatina de remedios convencionales, en este momento no tomo ningún fármaco”, concluye Hebe.

Cannabis, marihuana, marijuana, hachís, yerba bruja, porro, hierba, faso, chala, cáñamo, marimba, maría, oro verde, flores, matuja, paraguayo, maconia, yerbagüena, joint, weed, pot, maryjane, ganja, churro, chespa, bang, hierba santa. Y sigue el elenco de nombres con que se apoda a esta planta alrededor del mundo. “Para no morirme de angustia tengo que creer que, en los próximos cuatro años, lo vamos a tener aprobado. Hay muchos médicos interesados y ya es el segundo año que la Facultad de Medicina da cursos anuales sobre terapéutica relacionada al cannabis. Para mí fue un cambio brutal y quiero que otros lo disfruten”, dice la mujer que con 79 años continúa siendo parte de proyectos valiosísimos para la conservación de la historia de la población mundial.

Felipe está sin episodios de epilepsia. 

Hebe duerme entre seis y ocho horas por noche.

El aceite de cannabis no cura, pero quita el dolor y una vida sin dolor es fundamental.-


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