Las italianas dicen sororitá, las francesas sororité y las inglesas sisterhood. Esta palabra que hoy suena más que nunca en los medios locales, se lee en las noticias y se escucha en los discursos de las legisladoras, va mucho más allá de la solidaridad y representa un cambio de paradigma para las nuevas generaciones. Luciana Peker, periodista de género y escritora, habló sobre la importancia de la sororidad como bandera y sobre “Putita golosa. Por un feminismo del goce” (Galerna, 2018), su reciente libro, en donde explica con agudeza las barreras y los mitos que ponen a las “mujeres en contra de las mujeres”.
Sorora, hermana, amiga, aliada. El término sororidad que deriva del latín sor y que se traduce como hermana, significa solidaridad entre mujeres y sugiere una ayuda mutua que genere cambios en en pos de un mundo más amable para todas. La solidaridad implica un intercambio que mantiene las condiciones como están,en cambio, la sororidad va más allá, ya que tiene como objetivo la modificación de las relaciones entre mujeres. La palabra se “inventa” cuando se toma consciencia de que “fraternidad”, parte del slogan de la Revolución Francesa, tiene la raíz frater, que significa hermano.
La antropóloga mexicana Marcela Lagarde acuñó este término: “Es una experiencia que conduce a la búsqueda de relaciones positivas con otras mujeres para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de cada una”.
El libro
La importancia
La sororidad entre mujeres se volvió indispensable: la cohesión y el apoyo mutuo sin que importen las diferencias. “Se enseña que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, que más vale nunca tener a otra mujer arriba, que las mujeres son complicadas y que es más fácil trabajar con varones”. Peker afirma: “Dicen que hay una mujer en la televisión, que llegó una mujer a la presidencia, que hay una mujer jefa, etc. En los casos que las mujeres no quedaron vedadas por completo de un espacio público o de poder, llegó solo una por sobre las demás. Era la idea de LA que llega y esa cerraba la puerta para que no entre ninguna más. Incluso, era común que las mujeres pidieran: quiero ser la única mujer en la mesa o en el programa de televisión. Ser la única, para configurar a “la que llegaba” y, además, con una forma de actuar más o menos similar a como actuaban los varones, con niveles de agresividad o autoritarismo, para que no lleguen las otras. Y ahora proponemos una sororidad que es una hermandad, es todo lo contrario. Es querernos y ayudarnos, es confiar en la otra, es dejar de competir y además es llegar para que lleguen todas. Eso no quita las singularidades, hay que respetar los liderazgos y cuando una mujer se destaca hay que bancársela, que la sororidad no aplane.”
Mujeres vs. mujeres
Madre e hija
Es importante y es urgente transmitirlo. Hacer que estas enseñanzas de cooperación y compañerismo estén presentes en el diálogo diario de la casa y del aula. Peker habló sobre la familia con cooperación: “No hay una maternidad, sino muchas maternidades, así como no hay una mujer sino muchas mujeres y cada una vive la maternidad como puede, como quiere, como le sale. Yo formé una familia que llamo cooperativa con cooperación, en donde los hijos tienen derecho a recibir y no hay relación recíproca, si hay cooperación. Una idea de la circulación del trabajo doméstico compartido, que mi hijo haga la cena, que se rieguen las plantas, ver el trabajo como el aire que se respira en la casa, hay una cosa de compartir, donde no estamos en pie de igualdad, pero si una idea de cooperación en la casa”.