RIP Joan Didion
A partir de ese momento, Joan Didion ocupó un espacio en mi mente. Había un lugar, de pronto, que era suyo. Cada vez que escribía, pensaba en su forma, buscando parecerme, apenas, un poquito. Cada vez que leía a cualquier autor o autora, la comparaba. Cada vez que entraba a una librería o a una biblioteca, buscaba la D de Didion. Tenía la necesidad de compartirla con todos los que me rodeaban, de nombrarla, de sentirme parte del universo de lectores de Joan. Y si alguien me preguntaba, los libros que elegía recomendar de su larga lista, no solo eran los dos últimos, porque así había empezado yo, sino que eran sobre historias de pérdida. ¿Cómo explicaba que valía tanto la pena leerlos?